Como seres sociales debemos afrontar la no fácil tarea de conciliar nuestras necesidades con la conciencia de las necesidades de los demás. Llevamos además unas vidas atrajeadas, repletas de obligaciones, y esto en ocasiones puede comprometer nuestra sensación de libertad y desencadenar un malestar.
El malestar suele expresarse en forma de síntomas como ansiedad o depresión, aunque también puede expresarse de manera más inespecífica, desde el sufrimiento o la sensación de inestabilidad.
Los síntomas siempre funcionan como reflejo de un contenido emocional que nos invita a escucharnos y a preguntarnos qué está pasando. Por ello, la terapia facilita el autoconocimiento, además de la búsqueda de soluciones y la construcción de recursos personales.
La terapia invita también a fortalecer la autoestima, a integrar conflictos no resueltos y a retomar las riendas de la propia vida, a fin de devolver a la persona la sensación de libertad y autonomía.
Algunas situaciones trabajables en terapia individual son: